Mi ventana indiscreta

10:58 a. m. / Publicado por Sergio Malo /


Suena el despertador... son las siete de la mañana de un día que todavía no he conseguido descifrar. Cuando consigo ser consciente de donde me encuentro, comienza otro enigma: dónde tengo que ir y qué debo hacer allí.

Elijo la ropa para vestirme de mi mismo y procedo a la ducha diaria, que aparte de rutina higiénica, es el segundo despertador, el que me permite deshacerme de esa capa que te cubre al levantarte, la que te impide ver la realidad y que te acompañará durante toda la jornada si no pones remedio. Antes de perderme en la jungla de asfalto, reviso el equipaje, debe estar todo lo necesario para sobrevivir a este día, si cometes un error te pasará factura...

Es un día diferente a los anteriores pero similar a los que quedan por llegar, no se hacia donde me dirijo, no se que haré, pero se porque me mandan hacia allá. Controles de entrada, presentaciones y un lugar donde sentarte, lo que ellos denominan puesto de trabajo es mi observatorio privilegiado. Desde aquí contemplo lo que sucede en esta oficina, los empleados yendo y viniendo de un departamento a otro, atareados, preocupados, agobiados por la acumulación de trabajo. Porque sí, hay gente que va a su puesto de trabajo a trabajar, es algo sencillo de entender pero tedioso de superar cuando no es así, cuando no tienes ni las herramientas necesarias para desarrollar tus tareas, que haría un pintor sin sus brochas y pinturas?

Los minutos se van sucediendo y a ellos las horas, las pautas de tu jornada la marcan los descansos pertinentes para tomar un té en el desayuno o ir a comer, estos momentos son los más esperados del día, ya que tienes la oportunidad de poder relacionarte con tus compañeros de trabajo y escapar de la soledad de tu situación. Ni siquiera puedes optar por la ventana virtual que te traslade a otros lugares para comunicarte con otras personas, desde la ventana de mi observatorio solamente alcanzo a ver los parques de esta ciudad que tan extraño me hace sentir, las montañas inmutables que parece que puedas tocar con las manos... que suerte tuvo James Stewart al ponerle Hitchcock en frente de su ventana un vecindario al cual observar.

Vuelvo a casa deshaciendo el camino recorrido, esta atípica rutina evita que cumplas tus tradiciones y costumbres. Regreso a casa con el deber cumplido, al final de mes tendré mi recompensa.